“Las Bienaventuranzas nos muestran por tanto también el verdadero rostro del Padre. Son la revelación de un nuevo rostro De Dios, un rostro que no tiene ya nada que ver con todas las invenciones y proyecciones humanas. Las Bienaventuranzas nos revelan la increíble humildad y la infinita misericordia De Dios. Aunque el Padre sea infinitamente rico y todopoderoso, hay también en el Ser divino un misterio de pobreza, pues no es más que amor y misericordia; es enteramente don, desprendimiento de sí para hacer existir al otro; no vive para sí mismo, sino para sus hijos, (…)” (Jacques Philippe)